Las verduras de temporada fría tienen propiedades muy útiles
contra tos y resfriados. Por ejemplo, cebolla y ajo son alimentos con
propiedades antisépticas (eliminan microorganismos) y mucolíticas (favorecen la
expulsión de moco) que previenen o ayudan en la recuperación de enfermedades
respiratorias.
Los compuestos ricos en azufre que se encuentran en estos
alimentos pasan a la sangre, después de la digestión y casi de inmediato se
dirigen a los pulmones. Dichas sustancias son más abundantes cuando los
productos que las contienen se consumen crudos o con poco tiempo de cocción, y
aunque son responsables de característico olor que adquiere el aliento, también
fortalecen a las mucosas (tejido suave y húmedo) y ayudan a combatir sinusitis,
bronquitis y neumonía.
Nuestro organismo también requiere vitamina A para mantener
en buen estado la piel y mucosas (entre ellas, las que recubren el interior de
los bronquios) y reducir el riesgo de enfermedades respiratorias. La zanahoria
es el alimento ideal para obtener betacaroteno (antioxidante que en el
intestino se transforma en vitamina A), ya que puede encontrarse con facilidad
durante esta época y su sabor es aceptado por todos.
Otra buena opción de temporada son las acelgas, espinacas y
endivias, ya que aportan betacaroteno, fibra (ayuda a regularizar el tránsito
intestinal) y folatos, es decir, derivados del ácido fólico que, entre otras
cosas, colaboran en la formación de proteínas y ayudan en la regeneración de
tejidos.
La familia de las coles no se queda atrás, ya que aporta
numerosos antioxidantes (bloquean moléculas responsables de envejecimiento,
llamadas radicales libres) que contribuyen al buen funcionamiento de las
defensas, tales como vitamina C, betacaroteno, compuestos de azufre y
antocianinas (sobre todo en la variedad morada).
Pero si de vitamina C se trata, es momento de hablar de
frutos como los cítricos (naranja, mandarina, limón, lima y toronja), guayaba,
tejocote y kiwi, que constituyen la primera fuente de este nutriente tan
necesario para regeneración de tejidos, eliminar radicales libres y estimular
las defensas del organismo.
Además, en estos productos abunda la fibra soluble (pectina
y mucílagos) que, al menos en el caso de los cítricos se concentran en la parte
blanca que cubre la pulpa, por lo que no hay que desecharla. Asimismo, el color
típico de naranja, mandarina y toronja se debe a su alta concentración de
betacaroteno.
Por cierto, la mejor forma de aprovechar las cualidades
nutritivas de las frutas de invierno, es consumiéndolas crudas y sin excederse
al momento de quitarles la cáscara, ya que la mayor cantidad de vitaminas se
localiza justo debajo de la piel.
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