Cuida tus ojos en verano
Junto con la piel, los ojos son una de las partes del cuerpo más susceptibles de padecer lesiones durante el verano.
Entre los principales factores que pueden dañar nuestros ojos encontramos la alta luminosidad ambiental, la exposición al sol y el cloro de las piscinas, así como las altas temperaturas, la sequedad del ambiente y una deficiente protección a la hora de practicar determinados deportes.
A continuación presentamos una serie de consejos básicos para que no pierdas de vista la diversión y tu bienestar durante el verano.
La excesiva exposición a las radiaciones solares (en concreto, a las ultravioletas UVB y UVC) está muy vinculada a sufrir quemaduras corneales o queratoconjuntivis, así como a intensificar determinadas afecciones como las cataratas o algunas lesiones de retina, enfermedades éstas últimas relacionadas con el envejecimiento.
Este factor se ve intensificado por el deterioro continuo de la capa de ozono, cuya función principal es la protección frente a las radiaciones ultravioletas lesivas para el ojo. “Usar gafas de sol que únicamente tengan los cristales de color, pero que no protejan de las radiaciones ultravioletas es más perjudicial que no usar gafas de sol”.
De ahí la importancia del uso de gafas de sol cuya finalidad, más allá del elemento estético, consiste en proteger de las citadas radiaciones ultravioletas, disminuir la probabilidad de deslumbramiento así como amortiguar la luminosidad solar. Todo ello sin afectar a la apreciación de los colores y al contraste de las imágenes.
En consecuencia las gafas son consideradas por la legislación europea como un equipo de protección individual (EPI) y, por tanto, sometidas a unas exigencias de calidad definidas a través de los siguientes factores:
• Filtro de protección. Existen cinco tipos de filtro categorizados según la luminosidad transmitida por la lente. El filtro de categoría 0 es para interiores y cielos cubiertos. El filtro de nivel 1 es para días seminublados y ofrece una protección mínima.
• La categoría 2 es para un sol suave mientras que la 3 proporciona una protección elevada para casos de luminosidad fuerte como el sol de playa. Por último, la categoría 4 esta indicada para casos que requieren una máxima protección como la práctica del esquí o estancias en la montaña. Esta última categoría no es apta para la conducción, ni siquiera de día.
• Color del cristal. Junto al filtro de protección determina la luminosidad y el tipo de radiación que recibirá el ojo. Entre los colores más adecuados para los cristales de gafas se encuentran el amarillo, el rosa, el gris, el verde y el marrón.
Estos dos últimos son los más frecuentes, el verde para entornos de mucha luminosidad y para hipermétropes; y el marrón, que potencia el contraste cromático y tiene un efecto relajante, lo que se recomienda para las personas afectas de miopía y cataratas, así como para las que se han sometido a operaciones de cirugía refractiva.
• Otros factores a tener en cuenta en la calidad de las gafas de sol se refieren a la montura, tanto en materiales como en resistencia y diseño de la misma.
En este sentido, tal y como cita la publicación consumer.es, "la norma europea presenta una exigencia de resistencia mecánica y al impacto, así como a la inflamabilidad y a la radiación, resistencia que determinará la durabilidad y envejecimiento de las gafas".
• Usar gafas de sol que únicamente tengan los cristales de color, pero que no protejan de las radiaciones ultravioletas es más perjudicial que no usar gafas de sol.
Una vez conocidos los factores de calidad de las gafas de sol, es importante detallar que el color del cristal, el filtro de protección y la montura dependerán del uso al que se destinen las gafas (ocio o deporte), de las condiciones ambientales del entorno (nublado o gran claridad) y del estado ocular de la persona.
Por último, cabe resaltar que usar gafas de sol que únicamente tengan los cristales de color, pero que no protejan de las radiaciones ultravioletas es más perjudicial que no usar gafas de sol. Esto es debido a que, al disminuir la luminosidad, la pupila se dilata quedando por tanto desprotegida ante las radiaciones ultravioletas y sus consiguientes efectos negativos para la visión.
Protección ocular a la hora de hacer deporte
Muchas de las consultas oftalmológicas de urgencias en verano son derivadas de la práctica deportiva sin una adecuada protección ocular. Tal es el caso de deportes que utilizan pequeñas pelotas como el tenis, el padel o el squash en los que existe la probabilidad de recibir un impacto de la bola en el ojo.
Existen casos en los que dicho impacto provoca el estallido del glóbulo ocular, lesión mucho más grave que la de sufrir un corte en la superficie del mismo.
Por otro lado en el ciclismo, la protección de las gafas puede evitar que los cuerpos extraños impacten y se alojen en el ojo. Asimismo, es recomendable el uso de gafas a la hora de practicar natación para evitar la irritación ocular debida a la cloración del agua.
Infecciones y lesiones oculares habituales en el verano
El verano es un período propicio para la transmisión de enfermedades oculares, ya sean bacterianas o víricas. Una de las principales características de estas últimas es la facilidad de propagación del virus, frente al cual no existe un tratamiento específico sino más bien unas pautas de conducta basadas en la limpieza con alcohol de los objetos personales del afectado y en la higiene personal, sobre todo, de las manos.
Entre las infecciones oculares más comunes suelen encontrarse la conjuntivitis y la queratoconjuntivitis. Asimismo son frecuentes los casos de irritaciones conjuntivales debido a una excesiva cloración del agua.
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