La ancianidad, coloquialmente conocida como tercera
edad, es un periodo de la vida, resultado del proceso natural de
envejecimiento, caracterizado por el conjunto de cambios en la estructura y
función de los órganos y tejidos corporales que se ha ido produciendo a lo
largo del tiempo.
En esta etapa de la vida el organismo presenta una serie de
modificaciones como la pérdida de masa muscular, la disminución de la densidad
ósea, y la reducción de la movilidad de las articulaciones, que originan
movimientos más lentos y torpes. El proceso de envejecimiento también tiene
consecuencias sobre la capacidad para alimentarse y obtener los nutrientes
necesarios porque afecta al aparato digestivo, la dentadura, la producción de
saliva... Así, las secreciones del estómago disminuyen, lo que retrasa la
digestión y reduce la absorción de vitaminas. Las dificultades para masticar y
tragar los alimentos, relacionadas con el deterioro de la dentadura y una menor
producción de saliva, provocan gases y estreñimiento.
Esto supone que los ancianos tengan que adaptar su dieta a la
nueva condición de su aparato digestivo, modificando el tipo de alimentos para
que estos resulten fáciles de tragar y digerir, y les aporten los nutrientes
necesarios, de acuerdo a sus características fisiológicas, nivel de actividad,
y afecciones que padezcan en su caso.
En la tercera edad también se incrementan las posibilidades
de sufrir enfermedades como hipertensión o diabetes, patologías
estrechamente relacionadas con la alimentación, por lo que una dieta adecuada
puede evitar algunas visitas al médico.
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